LA CAVERNA
José Saramago
La caverna descubierta bajo el piso donde vive una pequeña familia compuesta por Cipriano Algor, un alfarero de 64 años, su hija Marta y su marido Marcial Gacho, que trabaja como guardia en el centro, donde se lleva a vivir a su familia, sobre la caverna que les abrirá los ojos y los hará ver que de seguir en el centro perderán algo que pareciese poco para el mundo, pero que para ellos lo es todo.
Cipriano Algor ha sido alfarero durante toda su vida, heredó el oficio de su padre, y este de su abuelo, toda su familia se ha dedicado a este oficio, hasta su mujer que murió dándole vida al barro. La hija a pesar de haber estudiado, decidió quedarse en la alfarería para ayudar a su padre y seguir con la tradición familiar; mientras su marido trabaja en el centro y sólo los visita cada 10 días.
Antes de irse a vivir al centro la familia Algor y Gacho vivían en un pequeño lugar a algunos minutos del centro de la ciudad, Cipriano comercializaba sus artesanías en ese lugar que le llamaban centro, ahí era donde se vendía todo. Cierto día Cipriano Algor llevó sus mercancías, pero de manera sorpresiva el encargado ya no se las aceptó, además de que le devolvería las que tenia en el almacén debido a que sus artesanías habían sido suplantadas por plástico, el señor Algor sintió que todo se había terminado, era de lo que había vivido toda su vida y ahora a sus 64 años se había quedado sin trabajo, para un hombre como él, el trabajo era lo que lo hacia sentir útil y vivo.
Con el rechazo de las mercancías, el camino de este alfarero se hacia incierto, por un lado se preguntaba como era posible que un pedazo de plástico sustituyera su trabajo, sus platos, tazas y demás utensilios, los que elaboraba con tanta dedicación, desde amasar el barro, y darle forma con las manos; no podía creer que su trabajo ya no fuese valorado, se sentía fuera, fuera de todas partes, de la vida laboral, de todo lo nuevo que había en el centro y que le había quitado su fuente de sobrevivencia. Tampoco sabia como le diaria a su hija que ya no tenían trabajo, y que ya no le quedaban excusas para no irse a vivir con ellos al centro, cuando su marido fuera ascendido.
Al mudarse Cipriano tuvo que abandonar su casa en el pueblo, su alfarería, su horno, a su perro y a la mujer de la que estaba enamorado, recorrió ese sendero que lo llevaba por distintos paisajes desde el cinturón verde, el riachuelo contaminado hasta llegar al cinturón industrial lleno de contaminación, fabricas donde no se sabia lo que se producía.
Al llegar a su nueva casa ya no podía ir a caminar al campo, pero si podía estar bajo una lluvia artificial creada por la tecnología, no podía abrir la ventana y respirar el aire limpio y el olor a tierra, ahora se conformaba con estar encerrado en un pequeño cuarto. Él no pertenecía a este sitio, lo que ahí veía era sólo falsedad, ahí él dejo de ser, de existir, ya no era un alfarero que le daba vida al barro con sus manos, ahora era un simple viejo adentro de un pequeño cuarto en una enorme ciudad, lejos de lo que conocía.
La historia que nos cuenta José Saramago expresa la manera en que una persona puede dejar de existir, ser olvidada, obsoleta, dejada atrás por la tecnología, donde un trabajo deja de ser útil y por lo tanto deja de tener valor, para nuestro alfarero el que le hayan rechazado sus artículos, significaba perderlo todo, además de que no podía competir con los grandes comercios que son los que deciden que hay que vender para que la gente pueda comprar, Cipriano Algor era sólo un hombre mas que había sido desplazado por las grandes industrias, su vida dio un giro radical, tuvo que abandonar todo lo que mas quería, pues un hombre sólo como él no tenia otra forma de subsistencia mas que irse a vivir con su hija, la falta de trabajo fue también un obstáculo para rehacer su vida al lado de una mujer, tuvo que conformarse con una pequeña casa a la que no le entraba el aire fresco, su vida en este lugar dejo de tener significado.
Cipriano únicamente sabia trabajar el barro, darle forma, prender el horno, para él esto era mas que un negocio, era su vida escrita en el barro, pero el avance tecnológico y del capital lo alcanzó y le arrebató lo que único que era suyo: su trabajo.
A pesar de que se creía que todo lo bueno pasaba en el centro, al vivir ahí la familia Algor pudo darse cuenta que no era así, que en este lugar olvidarían quienes eran, lo que los hacían sentir vivos, y al descubrir la caverna que estaba debajo de ellos, pudieron comprender que de seguir ahí seria iguales a las personas muertas en la caverna, solas, apartadas del mundo y bajo la sociedad que los sepultaría hasta quedar relegados a una vida monótona y falsa, donde vender y comprar lo era todo, donde la condición humana, deja de ser importante. Así que decidieron irse del centro, buscar un nuevo comienzo que aunque incierto al menos podrían seguir teniendo sueños, el sueño de estar con la familia, de caminar por el campo, de pasear con el perro, de volver a enamorarse… porque para la familia Algor lo mas importante era la unidad familiar, lo que ellos amaban y necesitaban era trabajar en algo en lo que pusieran su esencia como el barro, que primero tenia vida en sus mentes y luego se volvía real en sus manos.
Este relato va de acuerdo a la realidad que se vive, cuando el capital logra penetrar lugares lejanos, extendiéndose de manera tal que transforma la vida de millones de personas, obligándolas a cambiar sus estilos de vida, forzándolas a trabajar para enriquecer al capital, para lograr esto no es necesario que las personas pongan su esencia en lo que elaboran, sólo basta que produzcan sin descanso, que se entreguen al capitalismo, pues para este no hace falta sentir para crear, como el caso de los artesanos, que expresan su sentir en un objeto, un objeto que tiene mas que valor de uso, también posee una parte de la persona que lo creó y que su valor no se encuentra en el precio que dicta el capital sino en la entrega de la imaginación que cada artesano pone en cada articulo que elabora.
Fue por esto que Cipriano Algor no pudo formar parte del capital, pues su labor no era producir sino crear, su manera de pensar no fue útil para el capitalismo que devora hasta los mas elementales sueños, su expansión no se limita geográficamente si no que traspasa la barrera del pensamiento humano haciendo creer que sus leyes son las correctas para el actuar y sentir de las personas, afortunadamente nuestro protagonista pudo darse cuenta de esto y salir de una enajenación que se hacia brotar hasta del mismo suelo.
“porque sólo con ese saber invisible de los dedos se podrá alguna vez pintar la infinita tela de los sueños”
PRISCILA ROSAS HERRERA
1 comentarios:
“Porque sólo con ese saber invisible de los dedos se podrá alguna vez pintar la infinita tela de los sueños” vaya que cierras con un muy buen fragmento de la novela, aunque me hubiera gustado más leer la reflexión que dejo esta novela en tu forma de pensar, lo único que percibí es que te reafirmaste que entrar al sistema capitalista es malo, pero ¿Qué harías para cambiar al sistema capitalista?
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