Lo otro no existe: tal es la fe racional, la incurable creencia de la razón humana. Identidad = realidad, como si, a fin de cuentas, todo hubiera de ser uno y lo mismo. Pero lo otro no se deja eliminar; subsiste, persiste; es el hueso duro de roer en que la razón se deja los dientes. Abel Martín, con fe poética, no menos humana que la fe racional, creía en lo otro, en “La esencial Heterogeneidad del ser”, como si dijéramos en la incurable otredad que padece lo uno.(1)
2010: año del Bicentenario de la Independencia y Centenario de la Revolución mexicana. En los últimos años el discurso oficial se ha encargado de persuadir a la mayor parte de los “mexicanos”, les dice que hay que celebrar porque gracias a esas dos luchas y a esos dos momentos tenemos el México de hoy; es decir tenemos patria, nacionalidad, un pasado “común”. Esta forma de venerar a los héroes y a los acontecimientos genera máscaras. Entonces: “El mexicano no sólo no se abre; tampoco se derrama” (2).
Ante tal escenario, resulta oportuno dirigir esta reflexión al proceso que dio inicio hace más de 200 años con la Independencia de México, la cual no puede ser vista como un acontecimiento aislado, será necesario incluir la noción de lo que significó la conquista y la época colonial. Será de igual importancia tener presente el proceso que se desenvuelve entre la Independencia y la Revolución mexicana, el cual se ve atravesado por la llamada época de Reforma. Así, una vez desmembrado tal proceso e intentado escalar en el asunto de construcción del conocimiento encontrar el significado de este proceso, para de algún modo dar respuesta al presente; no solo a partir del pasado sino del propio presente. Si tenemos en cuenta lo anterior estaremos en posibilidad de generar algún cambio favorable en nuestro entorno, pues el hombre como lo ha comprobado paradójicamente la historia: no solo hace historia, sino que es la historia.
Si se pretende que la época colonial en México fue la simple adopción de Formas europeas, tales como el renacimiento en el arte, o la forma de organización social que imperaba en el siglo XVI en España de tipo medieval, se estará incurriendo en un grave error. Pues los “aventureros españoles”, no llegaron y se instalaron en un territorio desierto, inhabitado; se trató del enfrentamiento entre dos concepciones del mundo, la idea de la divinidad era sustancialmente diferente; mientras que en el territorio mexicano existían múltiples dioses y deidades, en la cultura occidental, la figura divina era la de Cristo, “el hijo de Dios”, la virgen o madre, que gran influencia tuvo en la identificación de los indígenas cuando la muerte de dioses y jefes tras la llegada de los españoles, y que junto con todos los santos, sirvieron de intento para suplir la divinidad originaria. Así mismo la concepción de la muerte adquiría un sentido divino, pues la sangre representaba vida para los mexicanos. Para el occidente era el fin de la vida, y la muerte era entendida como la entrada al paraíso. La muerte para los primeros adquiría un significado colectivo, mientras que para los segundos un sentido individual; quizá esto último sea la diferencia cultural más significativa.
Sobre esta diferencia es que se edifica la nueva sociedad: la sociedad colonial, fundada en una relación asimétrica donde la religiosidad de occidente se mezcla con la mexicana, aunque de forma violenta. Cabe mencionar que a la llegada de los españoles no existía una sola cultura en el territorio mexicano; aunque el imperio más poderoso era el azteca ubicado en el centro, las culturas precolombinas coincidían en el sentido colectivo de la vida.
Es importante lo anterior dado que la actividad central de la nueva sociedad es la religión. “La determinación de las notas más salientes de la religiosidad colonial nos mostrará el sentido de nuestra cultura y el origen de muchos de nuestros conflictos posteriores”(3).
La llegada de los españoles significó para el pueblo indígena la huida de los dioses y la muerte de los jefes, dejándolo en una soledad que solo el catolicismo pudo eliminar, reanudando sus lazos con el mundo y el trasmundo, es decir, devuelve al indígena el sentido de su presencia en la tierra, justificando su vida y su muerte.
Esto no significó que los vencidos aceptaran pasivos a la nueva religión, lo esencial en palabras de Paz era que sus relaciones sociales, humanas y religiosas con el mundo circundante y con lo Sagrado se habían restablecido. Mientras de este lado del mundo se afianzaba la religiosidad católica, en Europa sufría una decadencia el poder eclesiástico, esto explica que los nativos de Hispanoamérica no tuvieran posibilidad de expresar su singularidad. El catolicismo hispanoamericano no se construye desde la región, sino que la especulación religiosa ya estaba hecha y se trataba sobre todo de vivirla(4).
Esta forma del mundo nuevo en apariencia era un mundo abierto a la participación, un orden cultural vivo, pero inexorablemente cerrado a toda expresión personal. Mundo cerrado al futuro, la sociedad nueva no se construye por la antigua multiplicidad de la vida. No se pretende continuar con la efectiva categoría del Nuevo Mundo, si éste es entendido, como un mundo diferente al de Occidente. En un principio la sociedad que descubren los españoles, es en esencia un nuevo mundo, un mundo diferente, al que se le impone la universalidad de lo racional, y sobre la cual se ha construido la sociedad mexicana hasta la actualidad, dando paso en el siglo XIX a una ruptura: la intención de crear nuevos lazos con otra tradición, no menos universal que la que ofreció la Iglesia católica: la del racionalismo europeo. En realidad la ruptura no se materializa ya que es la respuesta al orden que en esa época se construye en Europa.
De tal modo que el siglo XIX se ve atravesado por un proceso complejo, que responde a la formación política de lo que se conoce como Estado nacional. Es en esta lógica que se desenvuelve la lucha por la Independencia de México y que a continuación se analiza.
Dicha guerra, tiene lugar durante la primera mitad del siglo. Es la expresión por definir una identidad de quienes habitan el territorio “nacional”, para de algún modo construir una sociedad nueva. “…la lucha por la Independencia tendía a liberar a los “criollos” de la momificada burocracia peninsular aunque, en realidad, no se proponía cambiar la estructura social de las colonias”(5).
En la imagen del dictador hispanoamericano, aparece en embrión, la del libertador americano. Resulta que la segunda figura, la del “libertador” pone el énfasis en el valor de la libertad, propio del mundo burgués. Resulta interesante hacer notar que cada una de las nuevas naciones tuvo, al otro día de su independencia, una constitución más o menos liberal y democrática, que en Hispanoamérica solo servían para vestir a la moderna las supervivencias del sistema colonial. Se trató básicamente de un cambio de estafeta entre élites, dado que la ideología liberal y democrática oculta nuestra situación histórica concreta: “la mentira política se instaló en nuestros pueblos casi constitucionalmente” (6).
La relación de dependencia no fue eliminada, sino reforzada bajo otro orden, el orden industrial que se desarrollaba en Europa y Estados Unidos. Se trata por lo tanto, de una mentira el acontecimiento de la Independencia. A modo de paráfrasis decimos que la lucha contra la mentira oficial y constitucional sea el primer paso de toda tentativa seria de reforma.
Si bien es cierto como ya se mencionó que la llamada Independencia no cambio estructuralmente la forma de organización social, actualmente se experimentan la vieja herencia española, al tiempo que la incorporación de nuevas fuerzas políticas que junto con la figura de los jefes de cada nación se encuentran aliados a un poder incomparable: los grandes intereses del capitalismo extranjero.
En México, la guerra de Independencia debe ser comprendida como una lucha de clases, pues representa una revolución agraria en gestación. Recordemos que las demandas, y la lucha iba dirigida desde el pueblo contra la aristocracia local, por ello las reformas sociales que pretendía el movimiento eran: la abolición de la esclavitud (Hidalgo), y el reparto de latifundios (Morelos). Tales demandas fueron combatidas mediante la alianza entre el Ejército, la Iglesia y los grandes propietarios con la Corona Española. Sin embargo se presenta una coyuntura en España, en el momento en que se transforma la monarquía absoluta en constitucional, por lo que las fuerzas dominantes internas antes mencionadas buscan la alianza con los restos de los insurgentes y consuman la Independencia.
Aún cuando los grupos dominantes consuman la lucha de independencia, en términos contrarios a los que el pueblo aspiraba, los liberales intentan consumar la ruptura con la tradición colonial. Sin embargo su interés no esta dirigido a cambiar el orden de cosas en la realidad, sino en el puro ámbito legislativo, por medio de expedición de leyes que solo enmascaran la propia realidad.
Esta mutación en el movimiento independentista de México esta dirigida a la creación de una nueva clase social: la burguesía. Sin embargo las condiciones aún no están dadas para la parición de esta nueva clase hasta el momento de la Reforma liberal que se consuma en 1857, al decretar las leyes de Reforma, que irán creando las condiciones de formación de esta “nueva clase social”, que en realidad no resulta novedosa, pues ya ha aparecido en Europa producto de la ruptura con el antiguo régimen e inspirado por la Revolución francesa que pondrá el énfasis en el derecho individual.
¨La Reforma consuma la Independencia y le otorga su verdadera significación, pues plantea el examen de las bases mismas de la sociedad mexicana y de los supuestos históricos y filosóficos en que se apoyaba”(7) . El producto de dicho examen concluye a decir de Paz en una triple negación: la de la herencia española, la del pasado indígena y la del catolicismo. En este sentido, las leyes de Reforma promueven la destrucción de las asociaciones religiosas y la propiedad comunal indígena. Todo ha de ser resuelto por la razón. Se negaba una herencia, un pasado, para construir una nueva realidad: basada en la libertad de la persona humana.
Si se analiza detenidamente puede verse que tanto el catolicismo colonial como la Reforma, es un movimiento inspirado en una filosofía universal. Ambos son proyectos que vienen de fuera que no se construyen en el interior, que carecen de la participación popular, que se impone por una oligarquía, en resumidas cuentas, niegan un pasado, una historia antes de la historia.
Estos dos proyectos también implican una diferencia sustancial: mientras que el primero es una religión cuya función es de consuelo, y de dar sentido a lo sagrado, el segundo sustituye la noción de más allá por la de un futuro terrestre (8) .
La Reforma utiliza una especie de analogía con el catolicismo, en el sentido que le da al hombre: “Libres e iguales ante la ley”:“todos los hombres son hijos de Dios”. Con el fin de adherir a la mayor parte de la población a este nuevo orden de cosas. Dejando ver que tales conceptos (libertad e igualdad) caen en el terreno de lo abstracto en un orden social que requiere que unos hombres se apropien del fruto de otros. “La semilla que tu siembres otro la cosechará”.
Decretada la Constitución de 1857, con profundo arraigo liberal, prácticamente cualquier hombre puede aspirar al poder de la nación, es decir, ocupar el lugar de dirección de la nación. Aunque en realidad este acceso es restringido, solo las clases dominantes pueden y deben ocupar tal puesto, sólo los hombres que niegan un pasado, que pretenden construir un futuro inspirado en las naciones liberales democráticas.
Por lo tanto es de igual relevancia, no pasar por alto el periodo porfirista, que responde a un regreso al pasado pues es el heredero del pasado feudal colonial: la propiedad de la tierra se concentra en unas cuantas manos y la clase terrateniente se refuerza. Esto ya nada puede producir, aun con el ropaje del progreso, la ciencia y la legalidad republicana, excepto la rebelión (9).
El periodo profirirsta se refuerza en la filosofía del orden, tan proclamada por Comte, al tiempo que encuentra justificación en el evolucionismo de Darwin, ofreciendo una nueva legitimación de las jerarquías sociales. Sin embargo vemos una vez más, que tal filosofía no respondía a la realidad mexicana, la enmascaraba nuevamente. La nueva filosofía no tenía nada que ofrecer a los pobres; su función consistía en justificar la conciencia de la burguesía europea(10) .
A su manera, nos dice Paz, la Dictadura completa la obra Reformista. Mostró en toda su desnudez a los principios liberales, totalmente inaplicables a la realidad mexicana. Habíamos perdido nuestra filiación histórica. Se había desconfigurado la expresión popular al tiempo que era sometida su vida religiosa.
Ya entrado el siglo XX, la rebelión era la única salida a tal opresión y despojo de tierras campesinas, habrá que señalar que efectivamente el movimiento de la Revolución Mexicana es un movimiento que al igual que la Independencia, se gesta en las bases. Es la expresión de repudio a las reformas liberales, y el afán por construir un orden social más justo basado en la propiedad comunal, antes decretada abolida por los liberales.
Esta forma de propiedad, era en cierto sentido la forma de propiedad natural de los hombres, ya que el trabajo de estas tierras, era ejercido por los propietarios, era un tipo de propiedad diferente a la propiedad privada. La tierra pertenecía a quienes la trabajaban. De hecho uno de los estandartes y consignas de la Revolución, era la que procedía del Sur comandada por Emiliano Zapata: “Tierra y libertad, la tierra pertenece a quienes la trabajan con sus manos”.
Se puede decir, que el movimiento revolucionario fue una lucha por la Tierra, por la vida, por la efectiva libertad de los hombres. Fue una lucha en su sentido más profundo, por volver al pasado, al pasado sagrado: el pasado indígena. Una lucha al mismo tiempo por desenmascarar e instituir una legislación que se ajustara a la realidad mexicana. “El movimiento agrario mexicano exige la restitución de las tierras a través de un requisito legal: los títulos correspondientes”(11) .
La Revolución es una súbita inmersión de México en su propio ser. La explosión revolucionaria es una portentosa fiesta en la que el mexicano, borracho de si mismo, conoce al fin, en abrazo mortal, al otro mexicano (12)
La lucha revolucionaria sentará las bases del Nuevo Estado, sin embargo en los años inmediatos al término de la lucha, entrarán en la esfera gubernamental, en los altos mandos intereses por mucho contrarios a las demandas de la Revolución, aun cuando en la Constitución de 1917, se establece una ley a favor de quienes poseen la Tierra.
No es hasta el periodo de Cárdenas que la revolución se cristaliza. Si embargo esto responde a una lógica: la creación de un escenario industrial, pues las condiciones están dadas para el nacimiento de la burguesía mexicana. Se crean corporaciones y sindicatos que provienen de arriba, que no son producto de una conciencia sindical. Se trata de amoldar mediante la vía pacífica la nueva clase proletaria en México. Y que en apariencia ha de guiar la acción del Estado, pues los líderes de las centrales obreras están implicados en la toma de decisiones a través del partido oficial, Partido de la Revolución Mexicana (PRM). Sin embargo estos líderes se vuelven aliados de las clases dominantes, pues la negociación se da entre las empresas, el Estado, las Centrales y Confederaciones obreras del país. Los sindicatos independientes son en realidad, mal vistos durante este periodo.
En resumen la Revolución efectivamente fue un movimiento social arraigado en la idea de comunidad, pero que al paso de unos años, fue perdiendo vigencia. Pues México y su gente habrían de responder satisfactoriamente al proceso industrializador, enmascarando una vez más a la realidad mexicana, a través de un sistema patriarcal.
Conclusión
La Independencia y la Revolución no pueden ser vistas como procesos iguales, ni debemos caer en las visiones oficialistas, que mitifican los acontecimientos y personajes, poniéndolos a un mismo nivel: el de héroes. Pues la Independencia y posteriormente la Reforma no son una expresión de la cultura popular, como lo es la Revolución; son en realidad la negación de un pasado, de una concepción del mundo verdaderamente universal. Si en todo caso habría que festejar algo sería a la Revolución. Siempre y cuando esa conciencia que invadió a los mexicanos en esa feroz batalla, vuelva a nosotros, a nuestro presente. La verdadera forma de enaltecer tal acontecimiento, consistiría en la intención de volver al pasado viviéndolo en el presente: desenmascarando la realidad que nos invade y que no da oportunidad a la otredad de lo uno.
Carlos Arámburo Muro
CITAS
(1)Antonio Machado.(2)Paz Octavio, El laberinto de la soledad, Fondo de Cultura Económica, México, D.F. 1959, p.29
(3)Ibid. p.91(4)Ibid. p.95
(5)Ibid. p.109
(6)Ibid. pp.110-111
(7)Ibid. p.113
(8)Ibid. p.115
(9)Ibid. p.118
(10)Ibid. pp.119-120
(11)Ibid.p.129
(12)Ibid.p.134
1 comentarios:
Encuentro que a diferencia de otros trabajos, aquí tienes un conjunto de citas y tus conclusiones se van al referente de la historia. Desde tu propio enfoque y a partir de tus participaciones en clase, me parece que podrías haber elaborado un trabajo más rico y sugerente.
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