EL LABERINTO DE LA SOLEDAD


El laberinto de la soledad
Isaías Peralta Vélez *

En este libro Octavio Paz nos va llevando por un laberinto en el cual, conforme vamos avanzando, se nos van revelando las distintas máscaras de México y de las y los mexicanos que son causa de nuestro hermetismo, pues el mexicano se aparece “como un ser que se encierra y se preserva: máscara el rostro, máscara la sonrisa” . Mientras va exponiendo cada una de estas máscaras a lo largo del laberinto, también va recorriendo la historia mexicana, dejando ver cómo y porqué está constituida nuestra sociedad, y nuestra soledad, de cierta manera en particular. Esto lo hace hasta llegar a la actualidad, en donde el laberinto en el cual se encuentran los mexicanos, se convierte, según él, en el de todos los hombres, pues todos seguimos un mismo fin.

Dicho laberinto empieza con un análisis de ciertos individuos que se hacen llamar los “pachucos”, los cuales “son bandas de jóvenes, generalmente de origen mexicano, que viven en las ciudades del sur [estadounidense] y que se singularizan tanto por su vestimenta como por su conducta y su lenguaje” . Estos jóvenes niegan tanto su nacionalidad cómo la nación en la que se encuentran, es decir, ellos no se hacen llamar ni mexicanos ni norteamericanos, sino simplemente son “pachucos”, los cuales se lanzan al exterior, “pero no para fundirse con lo que lo[s] rodea, sino para retarlo” , pues a partir de ciertas conductas, las cuales molestan a la sociedad en la cual se encuentran, buscan establecer una relación más viva con ésta.

Posteriormente, en este mismo capítulo, nos menciona que los mexicanos, cuando nos encontramos en otro país, “nos encerramos en nosotros mismos, hacemos más profunda y exacerbada la conciencia de todo lo que nos separa, nos aísla y nos distingue. Y nuestra soledad aumenta porque no buscamos a nuestros compatriotas, sea por temor a contemplarnos en ellos, sea por un penoso sentimiento defensivo de nuestra intimidad”. Cuestión muy importante, pero que, a mi parecer, en el presente ha cambiado de cierta manera y lo podemos observar en algunas movilizaciones realizadas en Estados Unidos en los últimos años por latinos que viven en ese país, ya sea en pro de mejoras laborales o, simplemente, para exigir que se les trate como seres humanos, por lo cual podemos observar que de cierta manera la soledad del mexicano no aumenta al estar allá, por lo menos cuando se empieza a establecer ―porque no dudo que en un principio si exista dicho aumento de la soledad―, pues en la actualidad está buscando a sus compatriotas, u otras personas que hablen el mismo idioma o que se encuentran en la misma situación de precariedad, para apoyarse mutuamente. Pero, por otro lado, la parte de encerrarnos en nosotros mismos cuando estamos fuera de México, con lo que hacemos más profunda y exacerbada la conciencia de todo lo que nos distingue y separa, creo sigue vigente. Esto lo planteo gracias a una platica que tuve recientemente con un tía que trabaja en los Estados Unidos, pues me decía que entre más tiempo pasa viviendo allá, se da cada vez más cuenta de las diferencias existentes entre mexicanos y norteamericanos, es decir, se va dando cuenta cada vez más, mientras va pasando el tiempo, de lo que nos distingue con respecto a “ellos”, a los norteamericanos.

Asimismo, en lo que resta de éste capítulo, nos habla acerca de éstas diferencias entre mexicanos y norteamericanos, las cuales se dan principalmente gracias a que en México imperaba, en esa época, un sistema más tradicional en todos los sentidos y en todas las partes componentes de la sociedad, en el cual, dependiendo de donde crecías, ya sea en la urbe o en la ciudad, se observaba de diferente manera la vida y el mundo, mientras que “el sistema norteamericano sólo [quería] ver la parte positiva de la realidad, [pues] desde la infancia se somete a hombres y mujeres a un inexorable proceso de adaptación; ciertos principios, contenidos en breves fórmulas, son repetidas sin cesar por la prensa, la radio, la iglesia, las escuelas y esos seres bondadosos y siniestros que son las madres y esposas norteamericanas, […] [lo cual] muestra hasta qué punto la intimidad puede ser devastada por la árida victoria de los principios sobre los instintos” . Esto podría ser cierto en el contexto en que se escribió este libro, a finales de los cincuenta, donde se podía observar ―como lo menciono anteriormente―una sociedad mexicana más tradicional, pero en la actualidad, creo, ya no es así, porque ahora se somete a los mexicanos a ese mismo sistema de educación en donde nada más se observa la parte positiva de la realidad ―y de la historia―, la cual se repite sin cesar en todos los círculos sociales en los que se desenvuelve el mexicano: la familia, los amigos, la iglesia, la escuela, etc. Esto sin olvidar a los medios de comunicación, los cuales se encargan de reafirmar, o recrear, solamente toda esa parte positiva de lo que fuimos y de lo que somos, dejando de lado la realidad en su conjunto, la cual también está compuesta de partes negativas, que de hecho son las imperantes en la actualidad.

Por otra parte, México, nos dice, es un pueblo ritual, pues festejamos casi por cualquier cosa, “cualquier pretexto es bueno para irrumpir la marcha del tiempo y celebrar con festejos y ceremonias hombres y acontecimientos” , por ejemplo, cuando se festeja al santo patrono de cada pueblo o cuando festejamos el 15 de Septiembre ―fiesta nacional―, mejor conocida como el día del grito, en donde “una multitud enardecida efectivamente grita por espacio de una hora, quizá para callar mejor el resto del año” . En éstas fiestas podemos encontrar, según explica Paz, realmente un aspecto de comunidad, de vida, en donde todos los integrantes de la colonia o del pueblo se reúnen para festejar, bailar, embriagarse y hasta pelear, cuestión que no se ve en otras masas modernas, ya que éstas “son aglomeraciones de solitarios, [pues] en las grandes ocasiones, en París o en Nueva York, cuando el público se congrega en plazas o estadios, es notable la ausencia del pueblo: se ven parejas y grupos, nunca una comunidad viva en donde la persona humana se disuelve y rescata simultáneamente”.

En todas estas fiestas el mexicano se abre al exterior. “Todas ellas le dan ocasión para revelarse y dialogar con la divinidad, la patria, los amigos o los parientes. Durante esos días el silencioso mexicano […] Descarga su alma, […] quiere sobrepasarse, saltar el muro de soledad que el resto el año lo incomunica. […] Y esa fiesta, cruzada por relámpagos y delirios, es como el revés brillante de nuestro silencio y apatía, de nuestra reserva y hosquedad” . Esto quiere decir que el mexicano en las fiestas deja de lado su hermetismo para abrirse al exterior, a los demás, para integrarlos a su ser, pero también busca salir de sí mismo, sobrepasarse, dejar de lado la soledad y el silencio en el cual vive el resto del año. Asimismo, sin las fiestas estallaríamos, pues son la otra cara del mexicano, el revés brillante de nuestra apatía cotidiana, en donde ―en ciertas fiestas―, todo se permite, desaparece la noción misma del orden. Por ello, “a través de la fiesta la sociedad se libera de las normas que se ha impuesto. Se burla de sus dioses, de sus principios y de sus leyes: se niega sí misma […] La estructura social se deshace y se crean nuevas formas de relación, reglas inesperadas, jerarquías caprichosas”.

Más adelante, Paz nos habla un poco acerca la muerte, la cual, nos dice, para los mexicanos es estéril, es decir, no engendra nada, a diferencia de la de los aztecas, los cuales decían que tanto la muerte como la vida eran parte de un ciclo infinito, o como la de los cristianos, la cual engendra la vida después de la muerte. Por ello el mexicano frecuenta a la muerte, “la burla, la acaricia, duerme con ella, la festeja, es uno de sus juguetes favoritos […] Cierto, en su actitud hay quizá tanto miedo como en la de otros; más al menos no se esconde ni la esconde; la contempla cara a cara con impaciencia, desdén o ironía; si me han de matar mañana, que me maten de una vez” . Sin embargo, según nos menciona Paz, no hay algo más opuesto a ésta actitud hacia la muerte que “la de los europeos y norteamericanos, [en donde] leyes, moral pública y privada, tienden a preservar la vida humana”. Éste último punto es de suma importancia, pues en la actualidad podemos observar que la actitud de los mexicanos hacia la muerte ha cambiado, ya que, aunque la seguimos festejando ―y a veces algunos todavía jugamos con ella y la acariciamos―, cada vez nuestra actitud hacia ella es más parecida a la actitud de los europeos o norteamericanos, en donde la muerte se ha convirtiendo en esa palabra “que jamás se pronuncia porque quema los labios” . Esto es debido a la modernización occidental que penetra nuestra sociedad con todo y su cultura, sus leyes y su moral pública; elementos que hemos absorbido en las últimas décadas con una intensidad, creo, sólo vista durante la colonización, porque ahora todos seguimos la razón ―el problema es que ésta es su razón, la cual se nos impone sin consulta alguna―.

Más adelante, cambiando un poco de tema, el autor hace un análisis de lo que representa ser hijos de la Malinche, lo cual, nos dice, significa ser hijos de la chingada, de una madre violada, porque la violada es la chingada, es aquella mujer a la que se chingan los machos, a la que violan, a la que se posee sin su previa aceptación. Por ello, Paz nos menciona lo siguiente; “si la chingada es una representación de la medre violada, no me parecer forzado asociarla a la conquista, que fue también una violación, no solamente en el sentido histórico, sino en la carne misma de la indias. El símbolo de la entrega es doña Malinche, la amante de Cortés” , uno de los conquistadores de América. Entonces podemos observar con ésta analogía que todo mexicano es un hijo de la chingada, pues los conquistadores violaron a las indias americanas, madres de nuestros antepasados, así como violaron nuestro territorio, cultura y tradiciones, penetrando a los aztecas ideológicamente, imponiéndoles su cultura, siempre con mano dura. Por ello el mexicano “rompe sus ligas con el pasado, reniega de su origen y se adentra sólo en la vida histórica […] [Y] no quieres ser ni indio ni español. Tampoco quiere descender de ellos. Los niega. Y no se afirma en tanto que mestizo, sino como abstracción: es un hombre. Se vuelve hijo de la nada. Él empieza en sí mismo” , no hay nada que le anteceda. Por lo tanto, podemos observar asombrados que un país con un pasado tan vivo, sólo se conciba como negación de su origen. De esta manera, la historia nos puede “mostrar ahora cómo se realizó la ruptura y cuáles han sido nuestras tentativas para trascender la soledad” .

Ahora, siguiendo por los senderos de este laberinto lleno de historia y rico en conocimientos, nos encontramos con la conquista y la colonia, en donde Paz hace un análisis del contexto previo a la conquista y, en seguida, de la sociedad colonial como tal, en el cual nos empieza diciendo que antes de la llegada de los españoles existían ya en México civilizaciones complejas y refinadas, en donde sorprende la pluralidad de ciudades y culturas, con la relativa homogeneidad de sus rasgos más característicos, lo cual muestra que existían formas religiosas y políticas uniformes impuestas por una cultura dominante, la cual, en el caso mexicano, fue la Azteca, ya que es notable la “influencia de las culturas de la Mesa Central, [en donde predominaban los Aztecas] en el sur, especialmente en el área ocupada por el llamado segundo imperio maya […] [por lo tanto] todo parece indicar, pues, que en cierto momento las formas culturales del centro de México terminaron por extenderse y predominar” . Y, a consecuencia de esto, “la llegada de los españoles parece una liberación a los pueblos sometidos por los Aztecas. Los diversos estados-ciudades se alían a los conquistadores o contemplan con indiferencia, cuando no con alegría, la caída […] de Tenochtitlán” , sin saber que cuando éste imperio cae, como fichas de domino empiezan a caer una por una todas las culturas mesoamericanas en manos de los españoles. Por ello, posteriormente el autor llega a la conclusión de que entonces México nace de “una doble violencia imperial y unitaria: la de los aztecas y la de los españoles” .

Después de la conquista, nos dice que la sociedad colonial creada fue un orden hecho para durar, un mundo cerrado al exterior así como al futuro, el cual, a la vez, fue hecho con la herencia de los españoles heterodoxos, así como un “orden impuesto de arriba hacia abajo; sus formas sociales, económicas, jurídicas y religiosas eran inmutables. Sociedad regida por el derecho divino y el absolutismo monárquico […] destinada a durar pero no a transformarse” , la cual integró a los indígenas a la religión, y, con ello, al orden social por medio del bautismo, pero siempre por debajo de los colonos. Con esto podemos observar que la colonia era un “mundo abierto a la participación y, por lo tanto, orden cultural vivo, sí, pero implacablemente cerrado a toda expresión personal, a toda aventura. Mundo cerrado al futuro” .

De la conquista y la colonia, pasemos ahora a la independencia y la revolución. Por su parte, la independencia no es un movimiento de masas, por lo menos en un principio. Está determinado por las circunstancias locales e iniciado por criollos principalmente, los cuales no se proponían cambiar la estructura social de las colonias, puesto que ellos exigían solamente algún reconocimiento social en la Nueva España. Es decir, “no intentaban cambiar un estado de cosas por otro sino, diferencia radical, crear una nueva nación” .Por lo tanto, con la independencia lo único que se hace es cortar los lazos políticos que nos unían a España, pues se da una prolongación del sistema feudal-colonial que existía previo a ésta. Por ésta razón, es por lo que, cincuenta años más tarde, se da la reforma, movimiento liberal el cual “niega que la nación mexicana en tanto que proyecto histórico, continúe la tradición colonial […] El Estado mexicano proclama una concepción universal y abstracta del hombre” , con lo que se eliminan las castas, pues ahora todos somos simplemente hombres, así como se niega el pasado prehispánico. Por ello, según Paz, “la reforma es la gran ruptura con la madre” , pues funda a México negando su pasado. Rechaza la tradición y busca justificarse en el futuro. Además, la venta de los bienes de la iglesia y la desaparición de la propiedad comunal indígena acentuaron el carácter feudal de nuestro país, por esto la nueva República se encontró pronto sin base social.

“Al romper los lazos con el pasado, los rompe también con la sociedad mexicana” e impone ideas que no concuerdan con esa realidad mexicana del momento, pues son ideales principalmente europeos y norteamericanos, los cuales provocan una ceguera ante nuestra realidad. Por estas razones, así como por una dictadura de más de treinta años por parte de Porfirio Díaz la cual hizo que se acrecentaran las diferencias entre los mexicanos que poseían todo y los que nada poseían, años más tarde, se empieza a gestar el movimiento revolucionario, el cual, en un principio, tenía ideales que eran predominantemente políticos. “Se pensaba que el ejercicio de los derechos democráticos haría posible un cambio de métodos y personas” . Éste movimiento es liderado por una creciente clase media y seguido por una naciente clase obrera, así como por campesinos los cuales tenían una larga tradición de lucha. Se distingue esencialmente por una carencia de un sistema ideológico previo y por un hambre de tierras. “La revolución es una súbita inmersión de México en su propio ser […] es una búsqueda de nosotros mismos y un regreso a la madre […] es la otra cara de México, ignorada por la reforma y humillada por la dictadura […] Es un estallido de la realidad: una revuelta y una comunión, un trasegar viejas sustancias dormidas, un salir al aire muchas ferocidades, muchas ternuras y muchas finuras ocultadas por el miedo a ser. ¿Y con quién comulga México en esta sangrienta fiesta? Consigo mismo, con su propio ser. México se atreve a ser.” Pues redescubre, en lugar de negarlo, su pasado y así es como comulga consigo mismo gracias a la revolución.

Así, llegando al final del laberinto, nos dice que éste, en la actualidad, es el laberinto mismo en el cual van caminando todos los hombres del planeta, “porque la historia universal es ya una tarea común” , cuestión con la cual no estoy muy de acuerdo, pues creo que la historia universal siempre, o por lo menos desde que existe el sistema mundo capitalista, ha sido tarea común y no sólo en la actualidad, pues aceptar esto último sería dejar de lado que la lucha de clases siempre ha existido en el sistema capitalista, sería observar al resto del mundo tradicional o no capitalista en sus inicios, como inactivo en la constitución del mundo. Aunque Paz nos lo menciona así porque, según él, después de la revolución México empieza a reconstruir y hacer su historia retomando cosas del pasado que se habían difuminado de la memoria de los independentistas y reformistas en el siglo XIX, para lo cual empieza a pensar cómo constituirse en un contexto mundial con ciertas características en donde ya se observa a sí mismo como un actor participativo en la historia universal.

A manera de conclusión puedo decir que éste es un libro muy interesante para saber de buena tinta cómo fue que se construyó el México contemporáneo, así como para conocer otros extremos sobre el ser humano mismo. Aunque, a mi parecer, el análisis con respecto a la modernidad no llega a permear del todo nuestro presente, puesto que en la sociedad mexicana hay varias cosas que en la actualidad ya no son como las narra Paz ―cuestiones que toque arriba en este ensayo―, a pesar de esto, es un análisis único sobre la sociedad mexicana gracias a su profundidad y calidad, así como a que nos muestra, revisando la historia, cómo y porqué somos lo que somos.

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*Nota: Pido una disculpa al lector ya que por alguna extraña razón no pude subir las citas correspondientes a las comillas que se encuentran a lo largo del presente ensayo; por su comprensión, gracias

1 comentarios:

JANETTE dijo...

Isaías,

Bien por la reseña de esta gran Obra que Octavio Paz no regalo a los mexicanos.

Te recomiendo leer El Ogro Filantropico sobre el Estado Mexicano, y dejar de alimentar el dogma y estigma.

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